Dentro de las relaciones humanas y el entrenamiento en unos vínculos más conscientes, hay muchos elementos que tenemos que tener en cuenta, pues tal es la complejidad humana. Sin embargo, hay uno en concreto en es importante hacer especial hincapié: la comunicación. De hecho, casi siempre (por no decir el 100% de las veces), es algo que se trabaja a lo largo de una terapia en numerosas ocasiones y contextos distintos: con la asertividad, la gestión de críticas, los límites, el aprender a decir que no, la resolución de conflictos familiares, amigos y/o de pareja, etc.
Relacionado con este último apartado, hay una serie de señales, delimitadas en los estudios de John Gottman (psicólogo estadounidense que estudió en profundidad la forma en la que las parejas se comunicaban), de que la relación de pareja no está del todo bien y es importante que se comience a prestar más atención pues, de lo contrario, podría significar un grave deterioro del vínculo, pudiendo hacer que éste se acabase. Las llamó: ‘Los cuatro jinetes del apocalipsis’.
Sí, sé que el nombre suena muy catastrófico, y es que no es para menos. En este post quiero explicarte en qué consiste cada uno de los ‘jinetes’ y cómo podemos fabricar el antídoto para cuidar más la relación. Con este artículo pretendo mostraros cómo identificarlos en los demás, pero también en nosotr@s, pues posiblemente en algún momento también hayan surgido en nuestras reacciones. Es normal, nadie nos enseña a comunicarnos de una manera consciente con nuestros vínculos. Si sigues leyendo, estarás un poquito más cerca de tener esos vínculos que quieres y mantener mejor los que ya tienes. ¿Empezamos?
La crítica destructiva
A lo largo del tiempo de convivencia en pareja, es frecuente que haya roces o que la otra persona haga algo que no nos guste, y no por ello debe terminar la relación, pues es algo que hay que considerar como esperable. Las quejas, como fórmula comunicativa, son comentarios que quieren remarcar estas acciones/palabras que no nos gustan, que traspasan nuestros límites, que nos hacen daño. Y sí, tienes derecho a quejarte cuando algo te molesta o te duele.
Las críticas destructivas, a diferencia de las quejas (constructivas), suelen ser aquellos comentarios que hacen referencia a aspectos permanentes y poco modificables de la otra persona. Son una manera en la que la ira y el desprecio se proyectan, haciendo mella directa en su autoestima, pues buscan crear culpa y malestar. Casi siempre suelen contener términos absolutistas como ‘siempre’ o ‘nunca’.
Ejemplo de queja: Estoy molest@ porque ayer dejaste los platos sin fregar. Habíamos quedado en hacerlo por turnos, y ayer te tocaba a ti.
Ejemplo de crítica destructiva: Es que siempre vas a lo tuyo, eres un egoísta, pasas de hacer tus tareas y luego me toca pringar a mí con tus desastres.
Cuando las críticas destructivas son muy frecuentes, pueden provocar en la otra persona un sentimiento de no aportar nada bueno a la relación, haciendo a su vez, que la persona criticada conecte con una profunda sensación de indefensión.
¿Cuál es el antídoto ante esta forma de comunicarnos? En primer lugar, es fundamental que, cuando comencemos una conversación de este tipo, sea desde la calma (tono de voz normal, postura relajada), mantengamos el afecto positivo (es decir, mantener los diminutivos cariñosos que tengamos en la relación y sin faltar al respeto), elaboremos una queja centrándonos en la conducta que queremos cambiar (ej. fregar los platos) y no en la persona (no colocaremos etiquetas como desastre, egoísta o similares). También hablaremos desde lo que nosotr@s necesitamos o sentimos, intentando no culpar a la otra persona o hacer reproches. Por último, es importante sugerir conductas alternativas que nos gustaría que esa persona llevase a cabo en el futuro: concretas, sencillas y como sugerencias, no órdenes.
La actitud defensiva
Es frecuente también, que ante una crítica, sobre todo si es de las destructivas, adoptemos una posición de defensa, en la que la conversación se convierte en un partido de tenis en el que la pelota es el ‘y tú más’. Esto ocurre debido a la no aceptación de la queja por parte de nuestra pareja, lo que, también puede provocar en ella una sensación de que sus necesidades no son tenidas en cuenta.
Es importante recalcar en este punto que todas las personas tenemos necesidades. Éstas irán cambiando a lo largo de los años, pero también a lo largo del día, por ello, es importante que aprendamos a comunicarnos de una manera efectiva para poder trasmitírselas a nuestr@s compañer@s de viaje. Cuando se da una actitud defensiva, se construye una dinámica circular en la que nadie acaba asumiendo la responsabilidad del problema. Y recuerda, ante una dificultad, la pareja tiene que actuar como un equipo, no como rivales.
Ejemplo de actitud defensiva:
– No entiendo por qué nunca quieres hacer los planes que te propongo.
– Bueno, tú tampoco quieres hacer ninguno de los que te propongo yo.
¿Cuál es el antídoto ante la actitud defensiva? La responsabilidad. Es decir, cuando nuestra pareja (o cualquier otra persona) nos formula una queja, tenemos que tener en cuenta que sus necesidades también son importantes, por ello, es vital que la/le escuchemos sin interrumpir, intentando empatizar para entender de qué manera podemos colaborar para cubrir esa necesidad que nos está exponiendo, teniendo en cuenta que, al tener un vínculo, también hay ciertos aspectos que está en nuestra mano cuidar. Y para ello, es fundamental que asumamos la responsabilidad de nuestros actos, aunque sea mínima. Sois un equipo, recuérdalo.
Ejemplo de antídoto:
– No entiendo por qué nunca quieres hacer los planes que te propongo.
– Perdona, tienes razón, quizás últimamente me cuesta más tenerlos en cuenta. ¿Te parece que este finde hagamos algo que te apetezca a ti y al siguiente elijo yo?
La actitud evasiva
El encierro o la actitud evasiva es la respuesta de ansiedad ante una conversación/situación incómoda. Se manifiesta cuando se dan muestras de indiferencia al miembro de la pareja que está exponiendo su queja o su malestar. Consiste en fingir que no se escucha, mirar hacia otro lado, comenzar a hacer otra actividad, irse de la conversación a otra habitación o pasar por casa haciéndole el vacío a la otra persona. Tiene como intención evitar el conflicto por sentir que no se puede manejar de una manera adecuada o ignorar conscientemente a la otra persona, como forma de castigo por sus quejas o actitud de protesta.
Sí que es cierto, que ante conversaciones incómodas es normal que se tarde más en hablar o contestar dentro de la conversación, ya que se hace complicado pensar (activar nuestra parte racional) cuando nuestra parte emocional está tan activada. En cambio, el que la persona que suele evitar las conversaciones incómodas continúe con esa conducta puede perjudicar gravemente la relación por tener efectos como aumentar la ira (o la impotencia) de la pareja que ve que sus quejas no tienen efecto o hacer que sienta que la pareja no se responsabiliza de su parte de la relación.
¿Cuál es el antídoto para las personas que tiendan a esta conducta evasiva? Trabajar en aprender a calmarse, acordar con la pareja una palabra o gesto que signifique que te gustaría un ‘tiempo fuera’ de la conversación para pensar y relajarse, así como ser consciente de los pensamientos negativos que puedan surgir con respecto a la pareja. Como último paso, SIEMPRE continuar con la conversación que se había dejado pendiente intentando y, al igual que en el caso de la conducta defensiva, asumir la parte correspondiente de responsabilidad con respecto a las quejas que la otra persona le traslada. De esta manera, se dará espacio a la necesidad de la otra persona de ser escuchada, así como la propia de poner nuestros límites.
Recuerda: las conversaciones incómodas son NECESARIAS para relaciones sanas y, sobre todo, conscientes. No por tener este tipo de conversaciones se va a terminar la relación, son una oportunidad maravillosa para poder conocer más a la otra persona, así como a sus necesidades.
El desprecio
Es el último de los jinetes de los apocalipsis y podríamos decir que el peor. Está compuesto por conductas que buscan hacer sentir mal a la otra persona o minusvalorarla a través de insultos, ‘hacer caras’, el uso de la ironía o el sarcasmo. En nuestra sociedad es común observar cómo tendemos a hablar mal a otras personas, no teniendo en cuenta sus necesidades o si estamos siendo asertivos o no. En la pareja, esto tiene un efecto devastador, pues va minando poco a poco la confianza y autoestima del otro miembro de la pareja.
Ejemplo de desprecio:
– Pues la verdad es que yo creo…
– Calla anda, que no tienes ni idea, ocúpate mejor de lo tuyo que de esto no sabes (poniendo cara de asco)
¿El antídoto al desprecio? Cultivar una cultura de la admiración, de acariciar emocionalmente a la otra persona, diciéndole las cosas que admiras de ella, que aporta a tu vida. También puede ayudar el hacer un cambio de foco consciente, en vez de centrarnos en todo lo que hace mal un miembro de la pareja, agradecerle todo lo que hace bien o que te agrada. Todo ello desde el máximo respeto e intentando no posicionarnos ni por encima ni por debajo de la otra persona. Como decía antes, una pareja es un equipo, y si no juegan sincronizados y confiando en las capacidades del otro, posiblemente pierdan la partida.
Como conclusión te invito a que reflexiones con honestidad sobre ti mism@ y tus conductas hacia tu pareja y/u otras personas.
¿Cuántos de estos jinetes aparecen en tus relaciones? ¿Has puesto en marcha alguno de los antídotos?
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