Es curioso cómo una acción tan simple como escribir puede ayudarnos a desenmarañar nuestro mundo interno, el cual, en ocasiones, se percibe como una intensa maraña de lana. Si tiramos del hilo equivocado o, con demasiada prisa, puede enredarse todo aún más. ¡Y ya bastante complicado es todo ya!
Hay tres niveles de concreción a la hora de relacionarnos con nuestras emociones. El primero de ellos ocurre cuando pensamos sobre cómo nos sentimos. A priori puede parecer el más sencillo, pero, ¿habéis probado a atrapar un pensamiento? Complicado, ¿verdad? Son demasiado etéreos, abstractos y escurridizos.
El segundo nivel es el que tiene que ver con el lenguaje, pero en este caso, oral. En hablar de cómo nos sentimos. Y esto es lo que se conoce también como ventilación emocional, compartir nuestro mundo interno con otras personas. Es más concreto que el anterior porque tenemos que ordenar nuestros pensamientos a medida que vamos hablando, pero sigue siendo poco concreto porque, las palabras se las lleva el viento.
Por último, el tercer nivel de concreción es el que tiene que ver con el lenguaje escrito: escribir sobre cómo nos sentimos. Aquí sí que estamos dando forma al pensamiento y a la emoción, pero sobre el papel, del que no podemos ‘escapar’, pues lo tenemos delante. Estamos viendo por escrito cómo nos sentimos. Para realizar un tipo de escritura que nos ayude eficazmente a desenredar los nudos internos, es importante que venga acompañada de mucha curiosidad, honestidad con nosotr@s mism@s y una actitud de no juicio, pues solo nosotr@s seremos quienes lo leamos.
Y tú, ¿practicas la escritura emocional o terapéutica? ¿Te sirve para desenredar tus nudos internos?
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